Tras mucho tiempo sin pasar por la cocina, quiero traer una modesta reflexión sobre los cambios en el mundo del software.
Hay muchos textos sobre la Psicología del cambio, seguramente todos recordamos la época del boom del libro ¿Quién se ha llevado mi queso? y otros similares.
Con toda la documentación existente ni pretendo ni puedo dar cátedra, pero sí quiero aportar mi pequeño grano de arena reflexionando con mis experiencias en los últimos doce meses.
Cambios en el último año
Echando la vista un año atrás, laboralmente he vivido unos cuantos cambios, os pongo en contexto con un pequeño resumen:
Llevaba tres años en la misma compañía trabajando para Airbus.
Nunca había estado tanto tiempo en una misma empresa, y aunque hubo momentos mejores y peores fue una gran etapa de crecimiento personal.
La fórmula se agotó por diversas razones y busqué nuevos retos durante el verano.
Decidí entrar en Sedecal, ya que parecía ajustarse a mis necesidades: una empresa de producto, fuera de la consultoría, en el ámbito médico (que al fin y al cabo le da un fin social), y que llevaba en el nombre la palabra Calidad.
¿Qué podía fallar?
Pues falló.
Intenté adaptarme, después intenté cambiar cosas poco a poco, y luchar contra la resistencia al cambio.
Por el camino aprendí que para mejorar las cosas, en lugar de intentar cambiarles a ellos es mejor cambiarse a uno mismo.
Pero no conseguí mis objetivos, me dí un buen tiempo pero no funcionó.
Debo reconocer que saqué una gran ventaja de mi paso por allí: me sirvió para aclarar el tipo de empresa en que quería trabajar, y para hacerme una idea de los pasos que debía dar para conseguirlo.
Puedo decir que no superaron el periodo de prueba, tal y comentaban hace unos días en menéame.
Apenas unos meses después volví a cambiarme.
Ahora llevo ya tres meses en Plain Concepts donde aún me estoy adaptando.
Además de ser mi segundo cambio de trabajo en medio año, me he tenido que enfrentar a la vuelta a la consultoría, la vuelta a proyectos cortos, la vuelta a la interacción más directa con el cliente, la vuelta al mundo web después de tres años y pico en escritorio…
He pasado de horarios estrictos fichando al entrar y al salir, a horarios no estipulados. De hecho me ha llevado bastante lucha interna adaptarme a abrir cada día la oficina y hacer mis horas.
He tenido que exponerme a la primera empresa donde supero la media de edad, a proyectos individuales o de dos personas, a vivir mucho más cambios de proyecto (durante el primer mes creo que me cambiaron tres veces), etc, etc…
Por supuesto estoy cumpliendo un objetivo ya que estoy poniéndome al día en unas cuantas tecnologías y frameworks como MVC, Entity Framework (conocía otros ORM como Hibernate), temas de Autenticación (tokens de seguridad, proveedores de identidad, firmado, encriptado…), Azure y todo el universo de infraestructura en la nube, Office 365… ¡y eso que me he auto-limitado a temas de backend!
Los dos primeros meses han sido una auténtica locura, se me han pasado tan rápido que no he sabido encontrar tiempo para nada más.
Cambios a mi alrededor
Por otra parte, mirando alrededor, he visto cómo las personas que me importan experimentaban cambios que dejaban a los míos a la altura del betún.
Ya no sólo a nivel laboral: compañeros que han tenido hijos o están en ello, que han cambiado de residencia o que ha vuelto tras tiempo fuera, que han cambiado de empresa e idioma, que postulan para Amazon, o incluso que han dejado el trabajo para ir una temporada a aprender inglés viviendo en una granja en el extranjero.
Podemos decir sin riesgo de duda que el cambio es algo inherente a nuestra profesión, aunque también se produzca en otras.
De hecho según esta noticia en La Información LinkedIn ya avisa que los cambios de empresa se incrementarán mucho más si algún día salimos de esta crisis.
¿No deberíamos mejorar entonces nuestra preparación al cambio?
El valor del cambio
Para mejorar nuestra disposición al cambio primero debemos aprender a valorarlo como lo que es, algo positivo.
Recordemos que cualquier cambio siempre empieza en las personas, en cada uno de nosotros, tomando una decisión.
Dado que no vivimos aislados como individuos sino que formamos parte de sistemas, tomamos decisiones sabiendo que tendrán consecuencias, que va a cambiar todo a nuestro alrededor, aunque sea de forma casi imperceptible.
Por tanto para producir un cambio, ya sea en nuestra vida, en la empresa o en cualquier sistema, es necesario valor y determinación.
Valoremos la valentía de el que empieza una dieta, deja de fumar, decide montar un negocio o se arriesga a un cambio de trabajo en estos tiempos.
La dificultad del cambio
No nos gustan los cambios, es un hecho contrastado, algo implícito a nuestra naturaleza, y sin embargo si queremos progresar debemos utilizar el cambio como motor en nuestra vida.
Por supuesto no es un camino de rosas, desgranemos las dificultades.
Cambios no elegidos
Pequeña mención a los cambios no previstos. Somos geniales haciendo planes que el destino (o Flying Spaghetti Monster o deidad de su elección) se encarga de cambiar.
En realidad estos cambios son en los que menos nos tenemos que detener.
Ocurren, y lo único que podemos hacer es adaptarnos.
El valle inconfortable
Mas allá de los cambios incontrolados, los cambios que producimos a propósito en nuestras vidas no suelen aparecer repentinamente y por placer.
Habitualmente tras detectar cosas que no nos gustan, valoramos si podemos cambiar algo para intentar ser más felices.
En esa valoración tenemos en cuenta que los cambios cuestan, a veces sabemos que durante una temporada no estaremos confortables o que incluso lo vamos a pasar mal.
Del mismo modo el que deja de fumar sabe que para conseguirlo sufrirá una mala temporada.
El único consejo es mentalizarse y pensar en el largo plazo.
En mi caso sabía a lo que venía, por ejemplo soy un auténtico muñón en el frontend, y lo mío me está costando.
Los cambios y nuestro entorno
Recuerdo perfectamente el momento en el que le dije a mi madre que volvía a cambiarme de trabajo.
Estuve un tiempo preparando el terreno, pero aun así me costó contarlo. Sé que por fortuna confía plenamente en mí, pero también es un punto de vista que no debemos descuidar:
Las decisiones que tomamos afectan en mayor o menor medida a nuestro entorno, y más a los que se preocupan por nosotros.
Hace unos meses leí The Passionate Programmer, Uno de los consejos con los que me quedé fue el siguiente:
Don’t Listen to Your Parents
Your parents are going to give you fear-driven advice. Fear-driven advice is geared toward not losing. Thinking about not losing is not the way to win! - Chad Fowler
Sin duda es un buen punto de vista a tener en cuenta.
El miedo al fracaso
Todo el mundo siente ese vértigo, ese pequeño momento de salto al vacío, en el que cualquier cosa puede salir mal.
Nos gustaría tener todo bajo control, cambiar sin riesgo, por lo que solemos retrasar las decisiones para encontrar un momento mejor, que en ocasiones no llega.
If everything seems under control, you’re not going fast enough. - @MarioAndretti
Muchas veces me he encontrado atrapado en ese miedo al fracaso, siendo una sensación angustiosa, un estado mental en el que sentimos que no somos libres.
Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser un esclavo. - Blade Runner
No nos gusta fallar, fracasar, equivocarnos o exponer nuestra ignorancia.
Aprender de los fracasos
Vistas toda las dificultades expuestas, toca plantear soluciones, y estoy convencido de que la principal es la educación.
La sociedad en general, ya no sólo en el mundo del software, ganaría mucho si educáramos valorando más la experimentación que castigando el fracaso.
Si como individuos o como organizaciones envidiáramos a los que se equivocan mucho y aprenden de cada error.
Hace poco me encontraba con este vídeo de Spotify y su cultura de empresa. Creo que merece la pena verlo ya que hay mucho de lo que aprender, aunque para lo que tratamos hoy es suficiente con lo siguiente:
We aim to make mistakes faster than anyone else - Daniel Ek, CEO de Spotify
Fallar, y fallar pronto. El núcleo de los valores ágiles que tanto perseguimos es la mejora continua, de esa necesidad nacen los ciclos PDCA.
Por tanto estamos condenados a fallar, a recuperarnos, y a aprender por el camino, es el único modo.
Cambiar al grupo
Casi un tema a parte. Si cambiarnos a nosotros mismos es muy difícil, cambiar a un grupo entero es imposible.
Todos hemos intentado alguna vez “mejorar a los demás”, porque desde un punto de vista individual resulta más sencillo detectar los puntos de mejora de un grupo.
Hace poco leía a Javier Garzás planteando que “si todos sabemos que el sector del software funciona mal por qué sigue así”, y entre otros motivos, resulta que cambiar como colectivo, o cambiar a toda una profesión requiere muuucho esfuerzo y muuucho tiempo.
Los cambios en grupos se producen aún más lentamente que en los indivíduos, existiendo de forma añadida una tendencia a la conformidad, a la falta de autocrítica capaz incluso de apagar nuevas iniciativas.
“Diffusion of ideas” by Rogers Everett - Based on Rogers, E. (1962) Diffusion of innovations. Free Press, London, NY, USA.. Licensed under Public Domain via Wikimedia Commons.
Existen estudios sobre la difusión de las innovaciones que nos ayudan a entender cómo se producen estos cambios.
De su estudio extraje algunas de las estrategias que por experiencia me han sido más útiles (y a la vez, no plenamente fructíferas).
Principalmente, buscar quiénes pueden ser esos “innovators” e “early adopters”, y centrarnos no en cambiar al grupo, sino en mejorar y cambiar nosotros mismos.
La mejor demostración de que las cosas funcionan y se pueden cambiar es aplicar nuestras teorías en nuestras propias carnes, lo que me recuerda al capítulo de “The Pragmatic Programmer” llamado “Stone Soup and Boiled Frogs”, donde nos explican los resultados de involucrar al grupo y sentir los cambios como propios.
Por tanto cualquier cambio mínimo produce un efecto en el sistema, aunque sea eventual. Paciencia, ganas, e involucrar a la gente en el cambio, ese es el único camino.
Situación personal y conclusiones
Hasta aquí un montón de experiencias, links y teorías con los que vengo trabajando, pero releyendo lo escrito parece que debo ser genial y hacer todo bien…
Consejos vendo que para mí no tengo - Refrán popular.
En lo personal, actualmente siento el cansancio, estoy en esa pendiente, cansado de cambiar de empresa, de volver a empezar a conocer a la gente, a crear relaciones, y preguntándome si soy muy exigente con lo que pido.
Soy consciente de que si soy exigente con los demás debo serlo conmigo mismo, y sé que en muchos campos aún no doy la talla.
En “Apprenticeship Patterns” (espero tener dentro de poco un post sobre la lectura) descubrí que la mayoría de los desarrolladores se consideran por encima de la media, cuando en realidad se debe a una distribución desviada.
Estoy seguro de que también es aplicable a la calidad de las empresas.
Por lo que me toca lucho por mejorar, no por ser el mejor porque conozco mis limitaciones, pero busco es poder desarrollar mi potencial de mejora a las empresas.
No busco una empresa ideal donde ya esté todo hecho, quiero una empresa donde no exista el miedo a aventurarse al cambio.