El día que salí dos horas antes

Hoy traigo a esta cocina algo inusual, un plato de comida rápida, Fast Food del bueno, porque hay que seguir probando, y porque es algo que no he conseguido hasta ahora: escribir un post rápidamente.

Algo inusual

Hace bien poco escribía en el blog sobre lo mucho que me molesta salir tarde, y ha sido como atraer al mal tiempo.

Justo estamos en unos días intensos con despliegues a producción, y aunque siempre intento cumplir el horario, ayer por unas cosas u otras acabé saliendo sobre las siete de la tarde, desde las ocho de la mañana.

Así que hoy he decidido aprovechar la flexibilidad horaria de la que dispongo para salir antes, a cosa de las cuatro de la tarde, y esto es lo que he visto…

Slow

Lo primero, tras salir por el portal y conseguir cruzar las hordas de estoicos fumadores ateridos de frío, ha sido dirigirme hacia el metro, libro en mano como siempre.

Porque sí, soy capaz de leer mientras camino, es una habilidad que he desarrollado después de años de transbordos de metro y paseos a la facultad, y que desenterré tras mis temporadas de trabajo desplazándome en coche.

En mi camino de siempre, me he encontrado un día más con los chicos que trabajan intentando captar gente para ONGs, en este caso Médicos del Mundo, y aunque no he accedido a colaborar con ellos (porque ya colaboro con otras ONGs y soy cliente de banca ética), esta vez tenía tiempo para por lo menos para hablar un poco con ellos y empatizar con su trabajo.

En este caso se trataba de una pareja de chicos donde un veterano le estaba enseñando a otro recién incorporado, ¿acaso no es la mejor forma de aprender?.

Qué curioso, esta vez tenía tiempo, e incluso me he acordado de lo que escribía mi admirado Pérez-Reverte sobre el tema en un artículo titulado El hombre de la esquina.

Un poco de ejercicio

Con estas, cuando llegaba al metro ya notaba que todo era diferente, no tenía prisa por que estuviera en verde, así que caminé despacio y continué leyendo.

Al acercarme decidí que por qué no caminaba durante un par de estaciones antes de entrar al tren, por hacer un poco de ejercicio y aprovechar las horas de luz.

Es algo que acostumbro a hacer si no salgo tarde de trabajar, y, en muchas ocasiones, cuando consigo no salir tarde de casa por las mañanas, también bajo un par de paradas antes.

Sin embargo no suelo hacer lo que he hecho hoy tras andar esas dos paradas, y es que el libro y lo que sucedía a mi alrededor era increíblemente interesante, y me sentía lleno de energía, así que he continuado andando durante un par de paradas más.

Otra gente

Aunque abosorto en la lectura del libro Drive: The Surprising Truth About What Motivates Us, del que espero poder hablaros dentro de poco, otras cosas en el camino conseguían que levantara la mirada y observara.

La gente a mi alrededor era completamente diferente a la que suelo encontrarme por la calle otros días, o quizá sólo era el efecto de la luz o de esta recién descubierta mirada, o simple azar, pero escuchaba conversaciones en inglés, quizá de hombres de negocios que han venido a alguna conferencia por la zona y disponen de otros horarios.

Veía a gente más mayor que se paraba a hablar con conocidos en las puertas de los comercios, o parejas haciéndose fotos con monumentos o edificios, y me permití redescubrirlos.

No eran los mismos que dejo atrás mientras leo todos los días. Imaginé La Castellana vista con los ojos del turista.

E incluso tuve tiempo en el camino para la reflexión sobre lo absurdo de nuestro rápido estilo de vida. La gente echando carreras con semáforos en ambar, los conductores pitando ansiosos por pasar porque un coche bloqueaba un carril con un semáforo para el giro opcional, las puertas de grandes edificios de oficinas con gente trajeada fumando, cogiendo energía para volver a lo que será una jornada de trabajo interminable.

Por fin entré al metro, y continué leyendo el libro mientras esperaba el lento viaje en el lado derecho de las escaleras mecánicas y casi todo el mundo caminaba por mi izquierda. Perdí el tren y descubrí que detrás vino otro.

Disfruté del viaje sin agobios de gente en el vagón hasta casi acabar el libro.

Tareas de casa

Ya llegando a casa recordé que teníamos que hacer compra, decidí aliviar a mi novia de la tarea común haciéndola yo sólo, aunque seguro que olvidaba comprar algo imprescindible, pero me sentía con suerte.

El comercio también era otro, la música se escuchaba, la única cajera me saludó al entrar, y pude coger las cosas sabiendo que aún tenía mucho tiempo por delante.

Me sentí con ganas de cocinar así que compré entre otras cosas berenjena para la cena, algo que no suelo hacer ya que requiere acordarse un par de horas antes para cortarla y meter en agua con sal.

Compré también flamenquines para comer mañana, estos ya preparados, y carne de pollo para hacer mi Receta inventada especial de albóndigas con cosas random (pendiente de patente y de un nombre más comercial).

Esperé la cola en la única caja, sin estresarme incluso cuando la cajera fue interrumpida por una señora preocupada por un perro suelto/abandonado que estaba en la puerta del super.

La chica incluso llamó a una compañera por megafonía para que se hiciera cargo, y comentaron la pena que les daba el animal.

Pensé en si la reacción sería la misma a otra hora de más clientela y estuve a punto de quedarme para ver la resolución del misterio, pero la cocina me esperaba.

Subí a casa, recogí los platos del lavavajillas limpio, me puse música y empecé a cocinar. Mi novia recibió la sorpresa con una sonrisa al encontrarme con música y cocinando al llegar de su trabajo.

Terminé de cocinar, como hice mucho congelaré parte de las albóndigas y tendré comida sana preparada para otro día, recogí un poco, llamé a mi madre y abuela (es un ritual diario imprescindible), y…

¿Un momento, eran las siete de la tarde?

¡Y tiempo para escribir!

Así que me dije: esto tengo que contarlo y, si me doy prisa, ¡hasta tengo tiempo para escribirlo!

Y aquí estoy, con este post recién salido del horno, que en realidad me ha llevado dos horas escribir, no sé si considerar ese tiempo un éxito o no, pero tenía que compartir la experiencia y pediros que un día hagáis lo mismo.

Intentadlo, dedicar un tiempo para la reflexión, para redescubrir, para vosotros. ¿Sería siempre así si nuestra jornada laboral fuera de seis horas?

Os dejo que tengo que preparar la berenjena y me da tiempo a ver una serie con mi pareja. ¡Hasta la próxima!